Dune: Chani y el extraño arte

Paul recordó haberse precipitado fuera y encontrarse a Chani bajos los amarillos globos del corredor, envuelta en una brillante túnica azul con la capucha echada hacía atrás, con su rostro de elfo rojo por el esfuerzo. Estaba metiendo el crys en su funda. Un grupo de hombres se alejaba apresuradamente, arrastrando un bulto por el corredor.

Paul recordó haberse dicho: Uno siempre se da cuenta cuando transportan un cuerpo humano.

Los anillos de agua de Chani, que llevaba sueltos alrededor del cuello dentro del sietch tintinearon cuando volvió el rostro hacia el.

-Qué ha ocurrido, Chani?- preguntó él.

-He despachado a uno que venía a desafiarte a un combate singular, Usul.

-Tu le has matado a él?.

-Si. Pero quizás hubiera tenido que dejarselo a Harah.

-Pero había venido a desafiarme a mí!.

-Tu me has adiestrado en tu extraño arte, Usul.

-Ciertamente. Pero tú no deberías…

-He nacido en el desierto, Usul. Se usar un crys.

Paul intentó dominar su ira y razonar. – Ya, es cierto, pero..

-Ya no soy una niña que persigue los escorpiones en el sietch a la luz de un globo. Ya no juego.

Paul la miró impresionado. -No merecía desafiarte. No iba a interrumpir tu meditación por tonterías como esta. Además, cuando se sepa que alguien que quería desafiarte se encontró con la muerte a manos de la mujer de Muad’Dib, serán pocos los que se atrevan.

«Dune» de Frank Herbert

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